Pongámonos en situación: Sábado 25 de octubre, diez de la noche. Cinco amigos/as y yo en la puerta del Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, con las entradas compradas desde abril aproximadamente. Los seis con la tirita puesta antes de recibir el golpe. Acudíamos resignados, sabiendo que solo podíamos salir de allí con la mayor de las decepciones.
Por supuesto, por la ley esta de la inversa proporcionalidad, resulta que nos lo pasamos genial y el concierto se desarrolló casi todo el rato en modo "apoteosis".
Sí, se nos puede acusar de habernos pasado de listos, pero es que todo estaba en contra objetivamente:
1. Freddy Mercury es insustituible. No hay más que hablar.
2. Paul Rodgers echa bastante para atrás. Con la típica cara así, como reconstruída, con las cejas pintadas y la barba estilo parada. Vale, nos sabíamos "Allright now", pero teníamos miedo de que encadenara cuatro o cinco canciones suyas y que nos cortara el rollo definitivamente.
3. John Deacon no está, y eso, sumado a que Julián Ruiz llama a Roger Taylor "el pesetero" te hacía pensar que lo que te iban a vender igual tú no lo querías comprar.
4. Lo peor de todo: Acaban de sacar un disco titulado Queen + Paul Rodgers: The Cosmos Rocks. Esto hacía temer también que el concierto se convirtiese en una mezcla de canciones nuevas (que nadie conocía) + canciones de Paul Rodgers (que nosotros tampoco conocíamos).
Bueno, como ya he dicho al principio, el concierto resultó ser mucho más de lo que parecía. Brian May nos recordó las cosas que sabe hacer con sus manitas, un penique y su guitarra hecha con madera de chimenea, y tuvo el detalle de no cantar "Two much love will kill you" (gracias, Brian). Su único error fue pensar que porque somos españoles nos haría ilusión que cantase "Las palabras de amor" (ains). Roger Taylor también estuvo a la altura. Hizo unas cosas originalísimas con un bajo, sus baquetas y una batería deconstruída (como Adriá), y se cantó "A Kind of magic" y "I'm in love with my car". El tío.
Por último querría avisar de que la tienda de la esquina donde venden los bocadillos enfrente del Palacio de los Deportes está cerrada y que ahora hay que ir a comprarlos (gracias, Inma) un poco más lejos, cuestan más caros y son mucho más pequeños.