Interior, día, pero con las persianas bajadas, para mayor intimidad de Antonio Banderas con nosotros, los televidentes. Minimalismo en la decoración, no nos vayamos a distraer. Aparece Antonio, que nos mira con la cabeza ladeada y la camisa abierta. El tío está agusto, en familia, le caemos bien. No quiere vendernos nada, sino darnos algún consejo. Se nota que lo hace por nuestro bien. Qué majo es este hombre. Entonces me doy cuenta. Está descalzo. ¿Por qué está descalzo? No hay ninguna razón objetiva para estarlo. Quiero decir, que a este hombre le habrán avisado con tiempo para grabarle, no creo que haya sido así de repente
- ¿Está Antonio? Que venimos a lo de Viceroy.
- ¿Pero no era mañana?
Sí, quizá sea eso, no se lo esperaba. A lo mejor por eso lo de la camisa abierta. Tampoco hay ninguna razón por la que una persona pudiera querer llevar la camisa abierta. No se. Me incomoda que esté descalzo. Comienzan a aparecer insertos en plan videoclip (la escalera de Jacob es más lo que se me viene a la cabeza) en los que Antonio aparece aporreando la silla como si fuera un cajón flamenco, levantándose y dándose una vuelta sobre sí mismo, y sin duda mi preferido: con una mano tapándose un ojo, pero de una forma extrañísima, porque la mano le aparece por encima de la cabeza, como si no fuera suya. ¿Por qué todo eso? Creo que es todo subliminal. Antonio nos explica que él en Estados Unidos es el puto amo. Que ha llevado a los americanos a su terreno, y que tiene a Bruce Willis y a todos los otros comiendo de su mano. Comienzo a entenderlo, valoro la sutileza, aunque me siguen distrayendo sus pies. Trato de pillar eso también. Seguramente quiere decirme algo. Creo que es personal. De alguna manera, Antonio me habla a mí. Estoy a punto de captarlo. Para facilitarme las cosas, hay un extreme close up de su ojo, ahora somos él y yo, Antonio me tiene donde quería. Estoy llegando a alguna parte, lo noto (si solo pudiera quitarme la imagen de sus pies de mi cabeza) me desconecto de la realidad, el televisor es solo un marco (los pies, no quiero mirar sus pies), al fondo se escucha algo, parece que alguien está hablando. ¡Antonio está hablando! O lo estaba. Parece que se ha quedado callado. No se qué ha dicho. Espero que no sea importante. Seguro que no. Lo importante es su lenguaje corporal, lo se. Pero tiene cara de estar esperando algo, como si me tocara hablar a mí. Oh, no, parece que le he decepcionado. Baja la cabeza, no he estado a la altura. No, por favor, repítelo otra vez, esta vez solo escucharé (si consigo no pensar en que está descalzo). Va a hablar. Lo hace:
- “El que necesite más tiempo para contestar, ya ha contestado. Este anuncio es para todos los demás”.
Noooooooooooooooooo. Estuve tan cerca… por un momento estuve a punto de conseguirlo. Me lo tengo merecido. Al final vuelve a haber un inserto. Antonio tuerce la cabeza. No eres digno. No lo soy. Lo asumo. Ni de la amistad de Antonio ni de los relojes que anuncia. Vuelve a hablar:
- “Viceroy. No es lo que tengo, es lo que soy”.
Por un momento reflexiono sobre si Viceroy será una palabra francesa, y si eso hace que no se pronuncie roy, sino ruá quizá, y lo mal que quedaría el lema entonces, mientras agarro el mando y apago el televisor. No más pies por hoy.