miércoles, 27 de marzo de 2013

Back in time

Hace muchos años, cuando no había móviles ni se les esperaba, mis amigos y yo imaginábamos qué bonito sería tener un pequeño aparato, como un mando a distancia, con un sólo botón en la parte superior que sirviese para dar marcha atrás exactamente diez minutos. Imaginábamos que diez minutos no iban a alterar el continuo espacio-tiempo, pero sí podríamos explorar las reacciones humanas hasta un punto en el que nuestro instinto de conservación normalmente no nos habría permitido.
Levantarte en medio de la clase y gritarle al profesor, decirle a alguien todo lo que realmente piensas de él, pegarle un puñetazo a alguien que se lo viniera ganando, o cualquier otra cosa que vuestras calenturientas mentes podáis imaginar, pero siempre con la posibilidad de darle al botón y volver al principio como si nada hubiera pasado. 
Una noche tuve una pesadilla. El aparato fallaba y las cosas no se rebobinaban esos diez minutos. Apretaba el botón, que de pronto se había transformado en un botón para pedir el ascensor, de esos que difícilmente sabes si están funcionando o no, porque ni se iluminan ni nada, y todo seguía mal. Cuando me desperté di gracias (al hacedor) porque no existiesen botones capaces de cambiar las cosas con solo apretarlos.
Todavía pienso en eso cuando le doy a "enviar" un mail y justo en ese momento me doy cuenta de que no he adjuntado el archivo que describo en el mensaje, o que he mandado el mensaje en español cuando debería estar en idiomas, o que lo he mandado también sin querer a esa persona que nunca debería haberlo visto...


"Cierra los ojos", envuelvamelo para regalo.

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